jueves, 2 de julio de 2009

CON LOS OJOS DEL ALMA

A menudo suelen atribuírsele a los ciegos, de forma incluso casi mágica, dones semejantes a los de cualquier XMen de respeto, Supermán, Batman, los transfórmers, y para nuestras compañeras, hasta la mujer maravilla. Que si nuestro oídoes finísimo y super agudo, capaz de escuchar a decenas de metros; que tenemos un tacto más
sublime y delicado que el del amante de Marguerite Durás; que tenemos un sexto sentido a través del cual, casi casi- vemos gente muerta; y en fin, que no podemos ver con nuestros ojos físicos, pero que en el alma tenemos un tercer ojo muchísimo más portentoso que el de cualquier vidente zopenco. Bueno, ésto a mí sinceramente es algo que nada más no me acaba de entrar en la cabeza... Nomás, no puedo. Seguramente muchos de ustedes disentirán al respecto, pero en estos cinco y pico años que llevo de ciego, aquellos ojos del alma también se me han estropeado. Seré franco. Desde que no veo, veo a la gente de una forma tremendamente diferente: aunque no solía hacerlo, ya no juzgo en absoluto a las personas por su forma de vestir, por los malos gestos que a veces le hacen a uno, o por su color de piel, peso, talla, o camiseta de equipo de fut-bol. Estas situaciones, a veces son inevitables para las personas con visión, pues por más que digas y te rasgues las vestiduras diciendo que no eres racista, si ves a tu hija con un sujeto afroamericano con rastas Bob Marley, con una panzota cervecera de rock-star, y vistiendo unos trapos más jodidos que la ropa más jodida que te hayas puesto en tu perra vida, por más intelectual, buena onda, o buen cristiano que sea el sujeto, seguramente encerrarías a tu inocente hijita (más ciega que tú seguramente) en la parte más escondida de la casa.
Pues bien, siendo ciego, tú simplemente saludas a quien se te presenta enfrente, percibiendo al real y verdadero ser humano que subyace en dicho individuo, y con mucha certeza, quizás no te equivoques sobre la impresión primera que te llevas, por decirlo así, en un primer vistazo; es decir, que muy pocas veces un ciego yerra al identificar si una persona es buena, o al menos si no te quiere hacer daño, si se está burlando de tí, si te hace caso, si eres de su agrado, si le da asco tocarte, etc. Hay una multiplicidad de aspectos en los que un ciego puede percibir el entorno, o a las personas que le rodean. Pero, ¿éste es el sexto sentido que tanto se nos atribuye?, ¿éstos son los ojos del alma? Porque si me dicen que estos son los ojos que gozan de una mayor importancia para el alma, el espíritu, el corazón, o como quiera llamársele, y que están por encima de los ojos comunes y corrientes, que serían capaces de ver el rostro de mi mujer a quien no conozco, el de mi primer hijo que está por nacer, el de mi madre cinco años más vieja, el de mis amigos, conocidos o familiares en la cena, que esos ojos del alma son mejores que los ojos que pueden ver una cometa volar, un atardecer, un eclipse lunar, una hormiguita, o hasta una gallinita poniendo un huevo, yo sinceramente me quedo con estos ojos mundanos, capaces de ver todo ésto. Los ojos del alma, los de nosotros los ciegos, los que pueden ver la maldad de los hombres, su eterno egoísmo, su insensatez, su falsedad y su hipocrecía, éstos preferiría no tenerlos. Si pudiese, pondría un anuncio en internet, que dijera: "permuto ojos del alma, capaces de ver a las personas como realmente son, por un ojo tan solo de los que diosito les ha regalado a la mayoría de los hombres. Añado perro guía, y jaws 10.0 con todo y crack."...
Perdón por el exabrupto reflexivo, pero es que a veces la gente se cree que uno se la pasa lindo con los super poderes que los ciegos supuestamente desarrollamos. Yo no tengo nada de ganas de ponerme un gran escudo al pecho, con las iniciales SC de súper ciego. Omejor dicho, no quiero que me lo pongan, porque tampoco me voy a compadecer de mi situación. Soy un hombre feliz y satisfecho con las cosas que voy logrando día con día por la vida. Pero que no jodan con que gracias a la agudización de nuestros sentidos, nos podemos hacer de mañas suficientes para llevar una vida tan exáctamente normal como la de cualquier persona con visión. No somos como los demás, ese es un hecho. Tenemos ciertas restricciones hacia la vida común y en sociedad, y nada más, pero nada menos eso sí.
Qué risa me da cuando los programas de gobierno dicen integrar a los discapacitados a la sociedad, como si con ello se ppudiera soslayar la incomodidad que siente la gente hacia nosotros cuando nos ve caminando por la calle, pidiéndole a Dios que no les solicitemos un jodido favor. Por mí, que se vayan al carajo todos los que piensan así, y el gobierno con sus tres dólares que paga a los ciegos a la semana, por armar bastones, sillas de ruedas y andaderas.
En conclusión, los ojos del alma son una falacia. Se crea una percepción siempre alerta hacia los objetos e individuos que nos rodean, pero nada más. Y las benditas psicólogas y psicólogos que intentan compadecernos con ésta estupidez, deberían de ser más sensatos a la hora de hablarle de estas cosas a un ciego con depresión crónica, pues si no se crea una percepción real acerca del ciego y su auténtico papel en la sociedad actual, los miles y miles de ciegos que vienen atrás, cortesía de enfermedades cada vez más frecuentes como diabetes e hipertensión,se verán inmersos en un juego engañoso de cultura de discapacidad, en el que se le muestra como única vía de progreso personal, la manufactura de artesanías, productos de limpieza y repostería. El ciego es absolutamente apto para muchísimo más que eso. Si algo no necesita un ciego, es que se le compadezca, pues entonces entrará en el círculo vicioso y comodino del que se dice reintegrado, mientras vive para tal efecto de la caridad, o la asistencia social. Esto es, que por una parte se le supone reintegrado a la sociedad, pero por otra se le dice que es diferente por cuestiones de tipo perceptivo, y por ello, -pobrecito-, hay que darle
su canasta con productos básicos... ¿Por fin, se es normal o se es
especial? ¡Claro que somos diferentes carajo! Pero no se dan cuenta que la agudización no es de tipo perceptivo, sino intelectual.
El ciego de hoy es tremendamente diferente al de -incluso- los años noventa. El braille, aunque sigue siendo una herramienta básica, ha dejado de ser imprescindible para nosotros. Las tecnologías llegaron a nuestras manos como llegaron en su tiempo los espejos a nuestros antepasados, en donde al fin podemos ver reflejadas nuestras capacidades intelectuales, a la vez que descubrimos que alrededor del mundo existen otros como nosotros, con las mismas carencias, pero con diferentes virtudes. Que hay alguien en España, Argentina, Colombia Chile o Costa Rica, que al igual que yo, tiene que salir todos los días a la calle con un trozo alargado de metal, con el que tiene que andar de aquí para allá, a veces firme, a veces tropezandno, pero con la maravillosa capacidad de comunicar a otro ciego en otra lejana parte del mundo, que tiene sueños, que tiene esperanzas, que le duele la vida, que quiere un disco, que ha cumplido años, que quiere escuchar tal o cual película, que no está de acuerdo, que necesita un libro, y en fin, que existe alguien más en este jodido mundo que está pasando por la misma dificultad visual, pero que -y esto es lo importante-, que a pesar de todo, no está solo.
Creo indiscutiblemente que es hora de quitarle muchos velos a la situación de los ciegos en el mundo. De no caer en el cliché del "cieguito sentimental" que ve con los ojos del alma; del ciego hollywoodense que baila tango; del ciego miserable que pide limosna en las afueras de la iglesia. Es mejor comenzar a formar el nuevo perfil del ciego del siglo XXI, y comenzar a hacer cosas como -por ejemplo-, defender con uñas y dientes la accesibilidad a los medios electrónicos, que al parecer, y sin que apenas lo notemos, se va volviendo cada vez más difícil de lograr, tomando en cuenta los nuevos
software de empresas como Apple y microsoft, que van volviendo sus productos cada vez más "visuales", sin preocuparse demasiado por la accesibilidad, que bajo mi punto de vista, se volverá cada día más necesaria -incluso-, que el acceso a lugares públicos o la accesibilidad vial; pues si se nos quita de nueva cuenta el acceso a los medios de comunicación contemporáneos, podríamos volver a la regleta y al punzón. Nada habría de malo en ello, pero preferiría seguir usando este medio, por el cual puedo expresar a mis compañeros ciegos de todo el mundo, lo que humildemente pienso acerca de nuestra situación actual.
Los ojos del alma; ¿falacia, sugestión o realidad?

Fernando
Extraido de una lista de correos.

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